"...cuando flores mustias se ahogan en aguas de mis costas."

domingo, 28 de octubre de 2012

Del mañana efímero y su historia triste.

Quizás el mañana imperecedero, tras nuestra eterna búsqueda de una simple ráfaga de él, llegue a nosotros. Quizás todas esas preguntas, “¿A dónde vamos?”, “¿De dónde venimos?”, “¿Qué es la vida?”, pasen a ser ecos del pasado, ecos de gritos de cada uno de los humanos que hoy día poblamos la tierra en un intento por salvar la vida unos instantes más, para simplemente ver el fin del mundo. Cuando todo esto acabe, y nuestra existencia maldita quede olvidada entre el polvo de los astros, cuando nada entre los millones de lugares que dan forma a nuestro universo guarde un resquicio, un vestigio, un suspiro de nuestro tiempo, cuando todo haya acabado, hayamos perdido la vida, y ésta así haya ganado, quizás estemos en paz. Quizás descansemos en paz, junto con todo. Quizás el olvido se apodere de nosotros, de nuestras mentes, de nuestros actos y de nuestras creaciones. Cuando todo pase a ser simplemente hierba creciendo sobre rascacielos abandonados, y en la atmósfera se respire ese aire de paz y tranquilidad, ese silencio que antaño pudrían máquinas y voces estúpidas de monos estúpidos que aprendieron a hablar. Quizás sea esta la única manera, la única salida, o la única esperanza que puede ya quedarle al maravilloso mundo que están destrozando nuestras suelas. No veo, sin duda, final más feliz. ¿Por qué ofrecerle la vida a quienes la niegan? Quienes matan, quienes destruyen, quienes odian la vida ajena, y aun así ansían la propia, no para adorarla, no para disfrutarla, no para vivirla, sino para imponer su voluntad, para ejercer de jueces en un mundo sin leyes, para prohibir, para dañar, para doler, para destruir las esperanzas de quienes no queremos sino vivir en armonía con nuestra tierra, nuestro suelo, nuestros árboles y nuestros ríos. Yo creo en un mañana que más bien se asemeja al ayer. Un mañana eterno e imposible que nunca llegará, que nunca volverá, un mañana que ya ha acabado y que no supimos vivir. Un mañana por el cual ya no nos queda esperanza para ver otro diferente que no sea la muerte y sus siniestros dedos cercando nuestra cada vez más corta, triste e inmerecida vida. Os llora al oído la vida que poco a poco se está agotando, pero esto es algo que no sabéis escuchar.

-Itziar.

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